Ojos de gata

26 julio 2008

Lo que oyes es la historia de dos músicos bien avenidos que quisieron escribir juntos una canción. A mitad de camino se dieron cuenta de que, en realidad, preferían seguir siendo dos músicos bien avenidos. Con su media canción a cuestas, cada uno tomó el rumbo que la historia le marcaba. No veían la misma historia, porque la miraban de forma diferente. Tenían distintas miradas sobre unos mismos ojos, unos ojos de gata.

A los ojos

18 julio 2008

Son muchas las canciones con ojos, innumerables. Aunque nos lo propusiésemos, probablemente nos faltarían oídos para escucharlas todas. Yo he elegido ésta porque, de alguna forma, hila con la anterior; porque alguien pidió toda la carne argentina en el asador, y quiénes me conocen saben cuánto aprecio la carne de calidad y lo poco que hace falta para darme pie; porque no es del todo raro que ande yo también preguntándome por qué algo, cualquier cosa, me tuvo que pasar a mí; y qué coño, porque me gusta mucho. Es la primera canción del primer disco de Los Rodríguez, Buena Suerte (1991). ¿Se puede empezar mejor una trayectoria musical? Pues, por extraño que pueda parecer, los hechos demuestran que sí: la compañía discográfica quebró, y a las primeras de cambio se suspendió la venta del álbum, que no trascendió más allá del reducido círculo de los enterados de siempre; sí, ése mismo en el que yo no consigo entrar ni con receta del médico, y creo que nadie podrá echarme en cara que haya regateado esfuerzos para conseguirlo. Como de tantas otras cosas, de la existencia de este disco y de la banda que lo alumbró también me enteré al cabo de muchos años, pero esa es otra historia. En fin, por razones obvias he evitado la versión que tanta suerte trajo a Los Rodríguez en sus duros comienzos, y os propongo otras dos: la primera, del álbum Hasta Luego (1996), que resultó ser un hasta siempre; la segunda, mucho más reciente, a cargo de Andrés Calamaro y Fito Cabrales en Dos Son Multitud (2008). Me dicen que los aplausos y vítores que suenan en ambas son auténticos, y lo creo firmemente.

Para empezar

12 julio 2008

Viejos amigos, madres, padres, hijos, mujeres, novias, hermanos, primos, tíos, cuñados y demás familia, amigos de nuevo cuño, compañeros de Taller, compañeros de trabajo, jefes, clientes y proveedores, compañeros de colegio, profesores, meros conocidos, fantasmas del pasado, personas que habéis ocupado, simultánea o sucesivamente, dos o más de estas categorías, extraños que os habéis colado accidentalmente en la lista de contactos de mi correo electrónico o que simplemente pasábais por aquí: yo no os pido que me bajéis una estrella azul, yo sólo quiero que mi espacio llenéis con vuestra luz. Es decir, que os dejéis caer por este lugar de vez en cuando, que le imprimáis vuestro sello con algún que otro agudo comentario. Porque ha llegado el momento en que he decidido, he necesitado más bien, airear algunas cosas (llamémoslas cuentos) que llevaban más tiempo del recomendable encerradas en un cajón húmedo y oscuro; ya empezaban a criar hongos, a oler sólo regular. Además, éste es el sitio en el que me voy a permitir el lujo de ser tan pedante como siempre he querido, como José Luis Garci, como Jesús Ordovás, como Sánchez Dragó... si está a mi alcance, claro. No es tarea fácil. Y la verdad, me gustaría saber qué pensáis de todo esto. Sin tapujos, no necesito palmaditas en la espalda que me lleven a perder el tiempo todavía más, si cabe; para eso, me basto solo. Así que, sí, en efecto, me gustaría oír lo que tenéis que decir. Y para facilitaros la tarea, os proporciono dos herramientas que, seguro, os serán de gran utilidad. La primera, tiempo: como todo lo que depende de mí, éste será un Blog lento, avanzará muy despacio, se actualizará poco a poco; nada de frenéticos cambios diarios. La segunda, anonimato: como podréis ver, nadie tiene que identificarse para hacerse oír. ¿Acaso hay algo mejor para soltar verdades como puños con entera libertad? Eso sí, recordad que la entrada es voluntaria y gratuita. No os paséis conmigo, que estoy muy sensible.

Cenizas

Una de las grandes canciones que Ariel Rot ha escrito e interpretado después de los años triunfales de Tequila y Los Rodríguez. La primera versión pertenece al álbum Acústico (2003). La segunda, más reciente, está incluida en Dúos, tríos y otras perversiones (2007), y en ella Ariel Rot y Andrés Calamaro vuelven a cabalgar juntos, algo que deberían hacer más a menudo, pensamos muchos. Dos versiones para una canción que merece ser escuchada, al menos, dos veces. Porque los viejos rockeros nunca mueren, pero a veces se dan cuenta de que están en el medio de la vía, en el medio de la vida tal vez.


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