Un bien escaso

26 mayo 2011

Nunca tenemos bastante. Nunca es suficiente. Siempre nos falta. Para hacer deporte. Para leer más. Y mejor. Para aprender. Para escribir. Para pasar un rato con un hijo, con un padre o con un amigo. Para decir esas dos o tres cosas que son tan importantes. O para haberlas dicho, cuando la ausencia ya no admite marcha atrás. Para hablar. Para mirar. Para pensar. Para hacer las cosas despacio. Lento. Tranquilo. Con calma. El caso es que siempre necesitamos un poco más. O mucho. En el mundo de la prisa, la urgencia y la velocidad, casi nunca lo encontramos.

No es cierto que sean imposibles los viajes temporales. Todos viajamos en el tiempo, pero siempre hacia delante. Cada vez más rápido. Y cuanto más camino llevamos recorrido, más nos falta. Menos tenemos. Tiempo.

Lo que la naturaleza da y lo que Salamanca presta

16 mayo 2011

«Tan profundamente enraizado parece ser su horror respecto a ese hombre», dijo Nicholas, «que apenas puedo creer que realmente sea su hijo. La naturaleza no parece haberle insuflado en el pecho el más leve sentimiento de afecto por él, y es seguro que ella no se equivoca».

«Mi querido señor», respondió el Sr. Charles Cheeryble, «usted cae en el error muy común de atribuirle a la naturaleza asuntos con los que ella no tiene la menor conexión, y de los cuales no es culpable en absoluto. Los hombres hablan de la naturaleza en abstracto, y al hacerlo pierden de vista lo que es natural. Aquí tenemos a un pobre muchacho que nunca ha sentido el cuidado de un padre, que no ha conocido sino sufrimiento y dolor en toda su existencia, y que es presentado a un hombre que dice ser su padre, y cuyo primer acto es dar a conocer su intención de poner fin a su breve período de felicidad y reintegrarlo a su antiguo destino, privándolo del único amigo que jamás tuviera... que es usted. Si la naturaleza, en un caso como ese, pusiera en el pecho de ese muchacho un solo impulso secreto que lo urgiera a irse con su padre y alejarse de usted, sería una mentirosa y una idiota».

Nicholas estaba encantado de oír al anciano hablar con tanta cordialidad, y esperanzado de que continuara expresándose en los mismos términos permanecía en silencio.

«Con ese mismo error tropiezo yo, de una u otra forma, a cada paso», dijo el Sr. Cheeryble. «Padres que nunca mostraron su amor se quejan de falta de afecto natural por parte de sus hijos... hijos que nunca mostraron su obediencia, se quejan de falta de sentimiento natural en sus padres... juristas que encuentran a ambos tan desgraciados que sus afectos jamás pudieron desarrollarse por falta del sol de la vida, alzan la voz para moralizar a los padres y también a los hijos, y proclamar que se están pasando por alto los propios vínculos de la naturaleza. Los afectos y los instintos naturales, mi querido señor, son las más bellas obras del Todopoderoso, pero al igual que otros hermosos trabajos Suyos, tienen que ser cultivados y promovidos, o será natural que queden totalmente oscurecidos, y que nuevos sentimientos usurpen su sitio, del mismo modo que si las más dulces producciones de la tierra permanecen sin cuidado son estranguladas por las malas hierbas y las zarzas. Ojalá con más frecuencia tomáramos esto en cuenta, y recordando las obligaciones naturales a su debido tiempo habláramos de ellas más oportunamente».

Charles Dickens
en Nicholas Nickleby (1838-1839)

Los lunes al sol

13 mayo 2011

Y los martes. Y los miércoles. Los jueves ya se va nublando. Los viernes, los sábados, los domingos por la mañana... lluvia en distintas dosis. Chispeo, chubasco, aguacero, diluvio, chaparrón. Que se mojen los cristales de la estación. ¡Organización, por favor! ¡Organización! Para poner coto a este desorden, una propuesta; que no se diga que no somos constructivos: de cara al verano entrante, o a la próxima primavera, ¿porqué no corremos la semana tres días hacia delante o hacia atrás, sin avisar al responsable de semejante desbarajuste? Pues no. Ahí tienes, otro día soleado. Tu jodido día soleado.

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