Reunión en la cumbre

15 julio 2013

Inasequible al desaliento, hace ahora una semana volví a intentarlo una vez más. En efecto, he enviado otro relato a otra revista. Tercer intento con revistas, a sumar a los dos intentos en concursos. No tengo remedio. En mi descargo diré que lo hice antes de recibir respuesta a una de las dos tentativas anteriores.

Porque esa es la noticia: he recibido mi primera respuesta en todo este proceso. Mi primera respuesta definitiva, se entiende, porque de esa misma revista ya recibí una respuesta provisional, un más que correcto acuse de recibo. Pero esta es la primera respuesta definitiva. Y negativa, por supuesto, así que podemos decir que este pequeño atentado a la escritura en grado de tentativa queda finalmente en atentado frustrado. Y esto tiene su cara y su cruz, como casi todo en la vida.

En la cara, que creo que es la parte buena aunque nunca lo he tenido del todo claro, podemos colocar la claridad y la seriedad. La claridad, porque siempre es bueno saber a qué atenerse. Y la seriedad de acusar recibo del relato, de leerlo, de someterlo a un proceso de selección, de descartarlo y de contestar... pues la verdad es que hay que valorarla, porque uno es consciente de que todo ese proceso requiere un cierto esfuerzo y de que, además, ese esfuerzo se hace por amor al arte, aunque lamentablemente no podamos decir que mi relato haya quedado incluido en ese arte por amor al cual se lleva a cabo el susodicho esfuerzo. Otra vez será. Y desde luego, la seriedad en la respuesta se agradece porque hay pocos desprecios mayores que la callada por respuesta. O eso dicen. Aunque también puedo comprender que muchas veces los medios materiales y humanos no dan de sí para poder contestar a cualesquiera indocumentados que pretendan colar su cuento en tu revista. Ese es un frente demasiado amplio, imposible cubrirlo, qué le vamos a hacer.

En la cruz (esta es la parte mala, ¿no?) también podemos colocar la claridad. Porque sí, está muy bien saber a qué atenerse, pero no deja de ser una jodienda que te digan claramente que «su relato no ha sido aceptado por el comité de lectura». Vamos, que no se te ha perdido nada en su revista pero que tal vez ellos sí hayan perdido algo de tiempo contigo, aunque por esta vez no te lo vayan a tener en cuenta. Esta respuesta, además, elimina cualquier elucubración del tipo mi cuento se ha perdido en el correo, se ha traspapelado el archivo, no recibieron mi mensaje de correo electrónico, un virus ha destruido su disco duro y con él mi relato, o ha habido un fallo en Matrix. Siempre se puede recurrir a soy un talento incomprendido, la posteridad me reconocerá cuando ya no esté y otras de corte similar, pero por ahora no estoy dispuesto a caer tan bajo. Por ahora.

Así que eso es lo que hay. Se ha reunido el comité de lectura y ha decidido que no estoy a la altura, que va a ser mejor que deje la escritura, que coja mi cuento y lo tire a la basura.

8 comentarios:

supersalvajuan dijo...

¿Cómo hacen el comité de lectura? ¿Cada uno en su casa y Dios en la de todos?

Leandro dijo...

No lo sé, Salva. Supongo que será algo parecido al famoso Comité de Expertos que dictamina sobre todo lo habido y por haber

David Durán dijo...

Elegante en la derrota, ¡qué tío!.
Toma, para que lo incluyas en tu selección musical:
http://www.youtube.com/watch?v=g8xSyQoCxMU
Un abrazo

Leandro dijo...

Hombre David, es que en estas derrotas es fácil ser elegante. Aquí no disputamos finales de Champions, se puede uno permitir el lujo de la elegancia. Es lo que tiene jugar en regional, hay poca presión

MARIA DE GADOR dijo...


Dejando constancia de que la fiel infantería de la escritura somos inasequible al desaliento.

Leandro dijo...

Inasequible... de momento. Pero debo reconocer que todo esto tiene su guasa

Amor dijo...

Inasequible al descontento.
La basura siempre ha tenido sus tesoritos.
Para tirar cosas a la basura, primero tienen que estar las cosas. Hay gente tan limpia que ni fu ni fa.

Leandro dijo...

Brillante reflexión acerca de la basura. Pero ojo, que hay puede estar la semilla de un acusado síndrome de Diógenes. Comentalo con Roberto, ché

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